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Carta a mi niƱa interior: Un paso a paso para un ejercicio transformador

Lo escucho todo el tiempo en mis pacientes. "Mi papÔ trabajaba muchísimo", "mi mamÔ no estaba mucho", "perdimos a mi papÔ cuando yo era pequeña" o "no tengo muchos recuerdos de mis papÔs". Si te identificas, es posible que no hayas tenido la relación que deseabas con uno de tus padres mientras crecías. Tal vez te acompañaron físicamente, pero emocionalmente no estuvieron tan presente. O quizÔ, simplemente, no estuvieron. En cualquier caso, puede que muchas partes de tu niña interior hayan aprendido a interpretar esa ausencia o frialdad como una señal de que no eres suficiente. De que hay algo en ti que no merece amor, atención o cuidado.


Y cuando una niƱa siente eso de manera repetida —cuando llora y no la consuelan, cuando se esfuerza por portarse bien y aun asĆ­ la ignoran o la critican—, empieza a desarrollar un apego ansioso. Es decir, aprende a vivir en la espera tensa, en el miedo constante de que el otro se vaya, de que no vuelva, de que no la elija. Aprende a vincular la ausencia del otro con su propio valor.


Hoy quiero ofrecerte una prĆ”ctica muy especial que comparto con muchas de mis pacientes que estĆ”n trabajando en sanar su autoestima, sus vĆ­nculos de pareja y la manera en que buscan amor —a veces desde la necesidad, desde el miedo, desde el esfuerzo excesivo en mi programa Sanar y Sentirte.


Y es que muchas veces, el problema no estƔ en los vƭnculos actuales. El problema estƔ en lo que aprendimos a asociar con el amor desde pequeƱas.

SƩ que probablemente tus padres hicieron lo mejor que pudieron con los recursos que tenƭan. Pero eso no cambia el impacto emocional que tuvieron sus ausencias o reacciones en tu mundo interno. Porque para una niƱa, las emociones no se racionalizan, se sienten. Y se graban. La mente infantil interpreta las respuestas del entorno como verdades absolutas: "Si mi papƔ no me mira, es porque no soy valiosa". "Si mi papƔ se enoja cuando lloro, es porque molesto". "Si no viene, es porque no soy suficiente para que me elijan".


Y esas primeras creencias son las que muchas veces hoy se activan en tus relaciones adultas, cuando no te contestan un mensaje, cuando sientes que te alejan, cuando das mƔs de lo que recibes.

Con todo esto en mente, quiero proponerte un ejercicio muy poderoso para comenzar a reparar esas huellas de abandono emocional y redefinir la forma en la que te ves y te amas a ti misma.


Y si ya me conoces o estƔs trabajando conmigo en Sanar y Sentirte, sabes que siempre recomiendo hacer estos ejercicios a mano, con papel y bolƭgrafo. Hay algo terapƩutico en trazar palabras con la mano, en darte ese espacio solo para ti. Si puedes, compra un cuaderno bonito solo para tu proceso interior.


EL EJERCICIO

Quiero que recuerdes un momento de tu infancia en el que te hayas sentido sola, no vista, ignorada, o simplemente "no suficiente". QuizÔs necesitabas consuelo y te lo negaron. QuizÔs esperaste, y no vinieron. Puede ser una escena puntual o un patrón que se repitió muchas veces.

Ahora, quiero que cierres los ojos unos minutos. Respira profundo y conecta con tu yo actual, la adulta que eres hoy. Imagina que esa mujer madura, consciente y amorosa, viaja en el tiempo a encontrarse con la niƱa que fuiste en ese momento de vulnerabilidad.

Mírala. Acércate con suavidad. Siéntate a su lado. Tócala con ternura. AbrÔzala.

Y desde ese lugar, escribe. Dedica al menos 15 o 20 minutos a escribirle una carta a esa niña. HÔblale como lo haría una madre que de verdad ama y comprende. Dile lo que en ese momento necesitaba escuchar: que no fue su culpa, que no era menos valiosa por cómo la trataron, que su llanto era vÔlido, que nunca fue "demasiado", que sí merecía amor, ternura y presencia.

Dile también lo que hoy tú ya sabes: que las personas a veces no saben cómo amar, que se ausentan por sus propios vacíos, no por los tuyos. Que no tenerla cerca no significó que no eras digna. Que siempre lo fuiste. Y que hoy, por fin, estÔs ahí para cuidarla.

Habla con firmeza y suavidad. SostƩn el espacio para su tristeza, su rabia, su miedo. No la calles. Solo acompƔƱala. Si lo sientes necesario, puedes leer la carta en voz alta y sentarte en silencio despuƩs.



Este ejercicio es profundamente transformador porque permite reescribir, desde el presente, las narrativas emocionales que quedaron grabadas en la infancia. Al conectar con la niña interior desde un lugar de compasión y seguridad, interrumpimos el patrón automÔtico de culpa, miedo o autosabotaje que suele acompañar al apego ansioso. Desde la psicología, se ha comprobado que las prÔcticas de reparenting (re-maternarse a una misma) y la escritura expresiva ayudan a procesar emociones reprimidas, reducir la ansiedad, fortalecer la autoestima y generar nuevas conexiones neuronales que promueven una autopercepción mÔs segura y amorosa. En pocas palabras, cuando hoy te ofreces el cuidado que no tuviste, tu sistema emocional aprende que ya no estÔs sola, y que ya no necesitas esforzarte por ser suficiente para ser amada.

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